Javier Cortijo en ABC A los españoles, está claro, nos van las cosas de locos: nuestro mayor bastión universal es Alonso Quijano, la mejor afición deportiva es la «demencia» y las plusmarcas televisivas se consiguen cuando a algún ídolo caído se le va definitivamente la pinza. Incluso uno se volvió un poco loco cuando, al hilo del comentario sobre otro documental, escribió que « La Osa Mayor menos dos» era una de las cinco mejores películas españolas de la década. No es que aquí queramos rectificar a toro pasado, que es de sabios como dijo algún cobarde, pero se imponía una revisión que, afortunadamente, ha llegado con la estupenda noticia de estreno en salas comerciales (dos, concretamente). Y, si en un primer «visionado» no nos llegaba el alma al cuerpo con la impactante crónica de una temporada en el purgatorio (que es peor que el infierno, naturalmente) pasada y filmada por David Reznak en los muros del psiquiátrico de Leganés, ahora la cosa es mucho peor: sabemos, o sospechamos, que el chaval que sueña con ser concertista de trompa o Isabel, a la que el sol llamaba puta, seguirán dándose cabezazos contra los barrotes de algodón y espinas de su propio laberinto neuronal, sin ser capaces de encontrar la salida, mes tras mes y año tras año. Justo por eso este documental adquiere un valor perenne dentro del bosque petrificado y lleno de maleza y hojarasca en que se ha convertido el género. Pueden proliferar los fakes en falsete o los tediosos reportajes televisivos cebados como ocas, pero la cruda poesía cotidiana sin trampas ni simbolismos baratos de este filme permanecerá como un testimonio de hierro sobre la fragilidad del ser humano. La suya y la nuestra, porque el que esté libre de locura que tire la primera camisa de fuerza.
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