> La osa mayor menos dos. Por Miguel Marías

> Javier Cortijo en "Miradas para un nuevo milenio. Fragmentos para una historia futura del cine español". De Hilario Rodriguez

> Lucca Film Festival

> ABC. Por Javier Cortijo.

> La locura documentada. Ana Castaño. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Madrid.

> Abdelfatteh FAKHFAKH. Revista “Le Cinephile". Túnez.

> Humo huidizo sobre cielo azul. Javier Cortijo ABC

> Osos amorosos. Olmo. Precriticas.com

> Jara Yañez. Cahiers du Cinema

> Alberto Úbeda. Publico

> En las montañas de la locura. Sergi Sánchez. La Razón

> Sonsoles Rodríquez. EFE

> Ismael Marinero. Metrópolis. El Mundo

> Carnaval de dementes, por Javier Ocaña. El País

> La última balada de un francotirador, por Sara Brito. Público

> Reseña. Madrid 360. Abc

> Hay otros mundos pero están en este. Jose M. Robado. Fanzinedigital

> Fotografiando la locura. Guia del Ocio

> La Osa Mayor Menos Dos.
Por Veronica. Pochoclos.com



 
     
     
     

 

LA OSA MAYOR MENOS DOS (1)
por Abdelfatteh Fakhfakh

Articulo en la revista "Le Cinephile", publicada por la Asociación tunecina para la promoción de la critica cinematográfica.



Escuchar la realidad de la locura y. darle la palabra

" La Osa Mayor menos dos" se desarrolla en el hospital psiquiátrico de Leganés, provincia de Madrid, España, uno de los centros donde se realizó la reforma psiquiátrica española de 1987.

Acompaña, en alternancia, a dos grupos de enfermos mentales: uno es un grupo de pacientes de avanzada edad, de una media de 70 años de edad, considerablemente discapacitados, ampliamente dependientes, a cargo de uno de los dispositivos del hospital, la Unidad Residencial , donde se alojan, y no teniendo ninguna otra alternativa terapéutica; y un segundo grupo, bastante amplio, en residencia vigilada - en otro dispositivo, la Unidad de Rehabilitación - compuesto por pacientes más jóvenes, de una media de edad de 30 años y cuyas posibilidades de rehabilitación y reinserción son mayores, estando su estancia en principio limitada a seis meses, aunque algunos se quedan allí más tiempo.

La película de David Reznak es una película no convencional y no formateada. No toma el camino fácil. Exige del espectador un esfuerzo de concentración, de escucha y de reflexión. Pero qué felicidad y qué placer cuando se activa el mecanismo y "entramos" en la película.

 

Verse... reconocerse... aceptarse

Desde las primeras escenas, la cosa arranca de lleno. Tras unas imágenes fijas informativas que presentan la institución psiquiátrica (cuestión de contexto), nos encontramos en la Unidad Residencial donde se entrega a los pacientes, uno a uno, su propia foto, preguntándoles si se reconocen, si se encuentran guapos y si les gusta su foto.

Las reacciones varían de un paciente a otro, van de la alegría más exultante a la más total indiferencia, llegando incluso al rechazo violento de su propia imagen. ("¡Dios mío, qué fea soy! Ya no me quedan dientes" dice Virtilia). Tras unas palabras entre los pacientes y el director, los volvemos a encontrar en el gimnasio donde se entregan, con ayuda de su monitor, a ejercicios físicos personalizados, cada uno según su ritmo y capacidades.

A continuación nos encontramos en la Unidad de Rehabilitación, el director da la palabra a una joven que vemos "indignada", que no "entiende por qué está ahí - no será la única que haga ese tipo de observaciones - y que reprocha a su madre el haberla llevado allí", se acelera en un largo monólogo que, al principio, es completamente coherente, pero cuyo discurso rápidamente derrapa y "se le escapa", dice una cosa y luego lo contrario, se lía, sus declaraciones se vuelven "contradictorias", "incoherentes", "confusas", se da cuenta y se siente incómoda.

Justo después, recupera la confianza en ella, barre de un zarpazo su incomodidad, empieza de nuevo con más fuerza y suelta, con un tono igualmente indignado, que no soporta la mirada de los demás. Precisa que no se atreve a mirar a alguien directamente a los ojos, justo en el momento en que, "paradójicamente", clava su mirada en el director, quien se lo señala. Ella sigue hablando, manifestando su rechazo hacia el hospital, hacia sus "compañeros" enfermos, a quienes dice no querer y que son "contagiosos".

David Reznak nos anuncia así, a través de estas escenas iniciales, su discurso: "Permitir a las personas filmadas - pacientes en un hospital psiquiátrico - hablar, decir, comunicar lo que quieren comunicar y ello haciéndoles verse, reconocerse, con la esperanza de aliviar en cierto modo su sufrimiento, de ayudarles a vivir y para permitir a los otros (padres, amigos, familias..) escucharles mejor, comprenderles mejor y comunicarse mejor con ellos.

 

La película documental... o, la realidad... releída y reinterpretada

El director demuestra, poco a poco, progresivamente, pincelada a pincelada, secuencia a secuencia, de manera concreta, que es posible tratar la enfermedad mental cinematográficamente de manera abierta sin por ello chocar con ciertos escollos: mistificación de la enfermedad mental, clichés y estereotipos, voyeurismo, búsqueda del sensacionalismo.

Respecto al guión, David Reznak prefiere apoyarse más en una dirección que en un guión propiamente dicho. Avanza sin "a prioris", "ingenuamente" sobre el terreno, sin prepararse demasiado, prefiriendo dejar que la realidad hable, que se exprese, contentándose a veces con grabar lo que se ofrece ante él, mientras permanece al acecho; dispuesto a atrapar cualquier oportunidad donde la belleza podría manifestarse, sin anunciarse, sin que se la invite, consciente de que el hecho de grabar la realidad no hace una película.

El director sabe que el documental es, a fin de cuentas, "relectura", "re-interpretación" y subjetividad y que no basta con dejar que la cámara filme lo que está ahí, lo que se desarrolla, en la realidad, ante ella, de manera indiferente para obtener una película documental. También sabe que ésta implica "una mirada" para seguir a un personaje, para colocar la cámara en el lugar adecuado, a la distancia justa y, mucho más tarde, durante el montaje, rescribir la película y realizar las selecciones necesarias. Obligado, en apariencia, a restituir la "realidad bruta", el documental, sin embargo sigue siendo una obra cinematográfica, que debe alcanzar una dimensión poética y metafórica.

 

Personas reales pero dotadas cada una de su "historia"

En otro plano, el espectador tiende - en particular en una película documental - a comparar la pantalla con la cruda realidad, porque el documental muestra personas auténticas y no personajes, situaciones auténticas y no situaciones previamente escritas y concebidas. Pero a fin de cuentas, la película de David Reznak, película documental por excelencia, encierra una narración y cuenta varias historias.

Esas historias no están "teledirigidas". Vienen, de un modo natural, en el circunloquio de una charla, de un intercambio... Son historias mucho más emotivas ya que los "actores" que las "interpretan" no son otros que las personas en carne y hueso que se mueven ante nosotros a diario, con las que nos cruzamos tanto en el gimnasio, como en el restaurante, en el patio del hospital, en una fiesta de carnaval, durante una excursión a un monasterio o ante la tumba de Franco, y tan pronto relajadas, como nerviosas, charlatanas, exuberantes, atrapadas por una verborrea, o ausentes, silenciosas y mudas.

Varias de estas historias podrían a su vez constituir, cada una por separado, el tema para una ficción, para un documental: así sucede con ese joven concertista (intérprete de trompa) que decide volver a la música tras un largo período de enfermedad, de Carmen, ex-bailarina desde los 14 años, que abandona la danza debido a la enfermedad y que dice estar "totalmente destruida" por las medicinas, o incluso de la "dulce" "Isabel", que tiene el don de comunicarse con algunos astros y que tiene unas gafas "especiales" dotadas de un poder sobrenatural.

 

La locura y su fuerza primitiva de revelación

Al director le interesaba muchísimo dar la palabra a esos hombres y mujeres, quería ayudarles a expresarse sin forzarles, ha ido hacia ellos con una cámara a la que sabe dotada de fuerza, una cámara que ha sabido "contener" y cuya presencia ha conseguido "banalizar" a sus ojos.

Escuchando a esas personas, a veces considerablemente perjudicadas, sabía que se arriesgaba a recoger a veces un discurso "incoherente", "inconexo", es consciente de ello, y esa era una de sus "apuestas": ".La locura posee una fuerza primitiva de revelación: revela que lo onírico es real, que la superficie tenue de la ilusión no tiene límites. Toda la realidad es reabsorbida por la imagen fantástica..." (podemos leer en la sinopsis de la película).

Frente a la enfermedad mental, el cine dispone de una oportunidad inaudita para desarrollar visiones que permitirían educar nuestra mirada, que la relativizarían y le aportarían formas inéditas de ejercitarse, de desarrollarse. David Reznak ha intentado comunicarnos, a su manera, la visión de aquellos que escuchaban ruidos, voces (inaudibles para nosotros), que veían cosas (invisibles para nosotros) porque las veían desde dentro y que, por esta razón, no podríamos, por nosotros mismos, ver.

Cuando "Isabel", una de las pacientes dice que se comunica con el sol y con la luna, no es una ilusión, no es una alucinación, es realmente cierto, el sol y la luna le hablan, de verdad, y le dicen cosas que nos cuenta al instante, sobre la marcha, con una "precisión" formidable.

 

La importancia de establecer una relación de confianza con aquellos a los que se filma

El director ha evitado voluntariamente cualquier escena que mostrase a los pacientes en situaciones de crisis, por el contrario los ha filmado a diario, con sus momentos de "verdad", sus momentos de depresión, de tristeza, de melancolía, de desorden, de incomunicación, pero también de rebeldía y de ira.

David Reznak ha filmado a los pacientes con mucho más tacto y respeto. Pero aquí respeto no significa ocultar la realidad. El director no "mistifica", al revés. La enfermedad mental está compuesta por momentos de pasividad, de ausencia, y también de dolor; de gritos, de "violencia", está sobretodo hecha de sufrimientos siendo algunos visibles a primera vista y otros interiores y difícilmente visibles.

A fin de cuentas, se tiene la impresión de que el director no ha filmado a unos pacientes sino a personas que, es cierto, a veces hablan "de un modo raro", que a veces tienen comportamientos "inesperados", "extraños" pero a las que acabamos adoptando tal y como son, como el director nos invita a hacerlo.

Ha cuidado de mostrarnos escenas "en las que no pasa nada", escenas de la "vida ordinaria de un hospital psiquiátrico" - que podríamos comparar equivocadamente con un "reportaje" - alternando con escenas muchos más "personalizadas", escenas en las que se sigue a un grupo, a un paciente de punta a punta y en las que el director aborda ciertos temas como las relaciones padres-hijos y su impacto en la enfermedad mental, los recuerdos dolorosos de la guerra civil española, la angustia del transcurrir del tiempo y el sentimiento de estar en un punto muerto de ciertos pacientes...

La duración de los planos del cineasta es aquí un medio de captar un rostro, un cuerpo, una palabra, un "recorrido". David Reznak se toma el tiempo de filmar, nunca hace las cosas deprisa y corriendo, chapuceramente, y se adivina - por la huella - que ha debido pasar mucho tiempo sin filmar.

Nos lo imaginamos, más de una vez, llegando a un grupo, dejando la cámara, colocándose y, de pronto, los pacientes van hacia él, le hablan, le tocan, se le acercan, con una proximidad física real.

Con o sin cámara, la proximidad se ha fijado en las relaciones. De ello resulta que, con la cámara, David Reznak ha filmado a altura de hombre, a distancia de hombre, como si hubiera tomado como una referencia "permanente" el marco de una charla.

Es evidente que ha conseguido poner entre paréntesis la relación del cine con las personas que filma como si sólo charlase y tuviese un intercambio con ellas. Pero dicho esto, sabe que cuando se filma, se tiene una responsabilidad respecto a la imagen, al encuadre, a la duración de los planos.

Si la película es bella y rica, no sólo se debe a las escenas de interior, a las escenas "intimistas", también hay escenas de exterior muy bellas, escenas luminosas, soleadas, con grandes panorámicas y vistas aéreas de paisajes, de monumentos, acompañando al grupo en excursiones, y todo ello permitiendo a la película y a los personajes salir de la penumbra, recuperar el aliento, airearse, respirar a pleno pulmón.

" La Osa Mayor menos dos" es el primer largometraje de David Reznak. Este cineasta, cuyos cortos no hemos visto (tiene cinco) es prometedor. La consideramos una de las películas más interesantes que se hayan hecho en estos últimos años sobre la enfermedad mental. Recuerda a ciertas películas francesas recientes (y a otras, ¿quizá españolas?) inspiradas por el mismo espíritu y que siguen la misma búsqueda, a saber: "Escuchar la realidad de la "locura" y... darle la palabra", pues hasta aquí el cine, sea ficción o documental, ha reducido la "locura" a un pretexto y a menudo la ha utilizado mucho más para hablar de otra cosa, que para realmente darle la palabra.

 

Abdelfatteh FAKHFAKH

Critico de cine. Túnez mayo 07

 

(1)
" La Osa Mayor Menos Dos", título de la película, hace referencia a la famosa constelación de estrellas llamada La Osa Mayor , que comprende 7 estrellas, pero que ha quedado reducida a cinco estrellas por una paciente del hospital.