LA OSA MAYOR MENOS DOS
Acostumbrados a que las enfermedades mentales sean tratadas en el cine convencional con frivolidad y/o aparatosidad (véase, o mejor dicho léase Imágenes de la locura. La psicología en el cine, de Beatriz Vera Poseck), encontramos con un documental como éste puede convulsionar y conmocionar más de un cimiento. David Reznak, madrileño con amplia formación académica internacional y cofundador de la sala independiente La Enana Marrón, no se anda con chiquitas en su primer largometraje, presentado en el XII Festival de Cine Independiente de Barcelona dentro de la sección oficial de documentales. El desafío, porque en tales términos hay que hablar, es permanecer año y medio con la cámara a cuestas y sin temblar en el psiquiátrico de Leganés, uno de los abanderados de la reforma de 1987 aplicada a este tipo de instituciones. A pesar de que el panorama es casi siempre desolador, hay un atisbo de esperanza en su atmósfera. Como la que ofrece uno de los jóvenes, que sueña con reanudar su vocación musical como concertista de trompa en la vida civil. E incluso hálitos humorísticos, como esa excursión de ancianos al Valle de los Caídos, otro refugio de fantasmas y ecos sin voz. Testigo excepcional de los mecanismos de la memoria, intermitente o estancada, La Osa Mayor menos dos recuerda inevitablemente trabajos como Después de tantos años (1994, Ricardo Franco) o, en fin, Monos como Becky (Mones com la Becky, 1999, Joaquín Jordá y Nuria Villazán), con un plus de naturalismo y exploración objetiva que multiplican su fuerza y su valor.
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